En la
función del maestro como acto público, se depositan variadas expectativas
sociales, relacionadas no sólo con la apropiación y asimilación del
conocimiento, sino también con los aspectos más importantes de la
socialización, como son la formación ética y moral.
La
educación propone las finalidades éticas como expresiones de valor y
aspiraciones de dignificación humana. El maestro es convocado, a través de los
tiempos, a gestar en el proceso vital de las personas las condiciones de su
sujeción a los fines sociales, mediante un proceso de educación, que señala los
límites éticos de su propia práctica profesional. El maestro debe tener en alto
grado todas las cualidades personales y profesionales para influenciar de
manera positiva en estudiante. La
combinación de las cualidades forman su esencia, que lo constituye como maestro
y lo distingue de todas las profesiones por su rol de educar.
El perfil
del docente en formación posee muchos rasgos deseables en los planos
pedagógico, moral, cultural y científico. Puede resumirse en la responsabilidad
ética de la función del maestro, inculcada desde la formación inicial y
reforzada por la formación universitaria, en las cuales influyen elementos que
ponen mayor énfasis en el ser y el hacer del maestro.
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